lunes, 29 de agosto de 2022

 

 Las alegorías y la narración de una épica histórica.  El pedestal como ideario.

Colaboración de Marcela Paravano

Geap-Argentina

Leer los pedestales no suelen ser un hábito común entre nosotros. Hoy queremos comentar algunos aspectos simbólicos de las alegorías que se encuentran en el pedestal del monumento al General San Martín realizado en 1946 por Antonio Sassone (Cosenza, 1906-Buenos Aires, 1983), emplazado en la Plaza San Martín de Quilmes recién en 1965. Esta obra está   formada por una estatua ecuestre de bronce de 370 cm de altura y las figuras de las alegóricas El Guerrero, La Bondad, El Pensador y El Destino, también bronces, con una altura de 210 cm, ubicadas en los lados del basamento. Completan el conjunto dos bajorrelieves en bronce,   de 110x110 cm, que muestran la imagen del Libertador con su nieta y de los países liberados por San Martín. 

Las alegorías elegidas por el autor con el fin de brindar una lectura de la idiosincrasia, valores e ideario de San Martín, nos permite completar la mirada del prócer. Las formas utilizadas abrevan en la iconografía tradicional.

El primero de los conjuntos lo forman  El Guerrero y La Bondad.  El Guerrero, de mirada felina y potente, representa el valor militar y la rebeldía de los pueblos milenarios; sostiene una espada y simbólicamente muestra el camino para llegar a la otra figura que es la Bondad. Esta alegoría está descripta por Cesare Ripa en su Iconología como un conjunto de cualidades que incluyen los valores de la verdad, fidelidad, integridad, justicia y paciencia.  En este ejemplo, la figura tiene además una paloma en la mano como símbolo de la paz que, explica el artista, es el preanuncio de una buena nueva. Tradicionalmente, la Bondad se ha representado vestida con un atuendo dorado, una corona hecha de ruda en su cabeza, con la mirada dirigida al cielo y sosteniendo en sus manos un pelícano; a orillas de un río y cerca de un árbol. Cada uno de estos elementos tiene un significado simbólico. Concluye Ripa finalmente que la verdadera Bondad deja todo interés de lado incluido el amor propio. Sassone agrega algunas variantes en los atributos de la Bondad, entre ellas una paloma en lugar del pelícano, lo cual coincide con el ideario del autor respecto de las luchas que se requieren para  conseguir la paz, que no necesariamente deben ser  a través de la guerra. 

El segundo conjunto, El Pensador y El Destino, muestran la idea de continuidad entre el pensamiento y su finalidad. El Pensamiento se ha representado en el arte como un hombre vestido de negro que lleva en su cabeza una multitud de huesos pequeños y tiene en su capa espinas con las puntas vueltas a la carne; en algunos casos, lleva los cabellos revueltos y un par de alas en la cabeza y la espalda. Generalmente, la mejilla apoya sobre la mano izquierda y en la mano derecha sujeta una madeja de hilo enredado. El pensamiento es el hilo de Teseo para salir del laberinto. La intención expresada por Sassone alude a esta categoría psíquica, al proponer evidenciar en la escultura que “todo el cuerpo piense porque pensar es crear”.  El Destino representado por una mujer alada con una estrella en las manos es el alba -a veces la lleva sobre la cabeza- y significa el horizonte que diseña el pensamiento del héroe que ideó un plan y llevó a cabo su intención de conducir por el camino de la liberación a América.


 1- Grupos escultóricos  el Pensador y el Destino- el Guerrero y la Bondad.


 


 2- Figuras de la Bondad, el Pensador, el Guerrero, el Destino.


 

 

3- Detalle de las cabezas: Bondad, Pensador, Guerrero, Destino.




 

martes, 16 de agosto de 2022

 HABÍA UNA VEZ UN TÓTEM


Marcelo L. Magadán


Dice el diccionario de la RAE que un tótem es: “un emblema tallado… que representa a ciertos objetos de la naturaleza “[…] generalmente un animal, que en la mitología de algunas sociedades se toma como […] protector de la tribu o del individuo, y a veces como ascendiente o progenitor”. (1)

Y Buenos Aires supo tener uno donado por el Gobierno de Canadá, cuyo tallado se habría pagado con fondos aportados por empresas y privados canadienses que tenían alguna relación con nuestro país. 

Lo concreto es que el tótem de esta historia provenía de Vancouver y había sido ejecutado por tallistas del Clan Geeksem de la Tribu Kwakiutl. Trasladado a Buenos Aires había sido colocado en el centro de la Plaza Canadá, delimitada por las Avenidas Dr. José María Ramos Mejía y Antártida Argentina y las calles San Martín y Padre Carlos Mujica, en el barrio de Retiro.(2) Esto allá por 1964. 

Para realizar el tótem se había empleado un tronco de cedro rojo con una altura total de 21,50 m, de los cuales 1,50 estaban enterrados -conformando la base-, mientras que los 20 m restantes se elevaban sobre el nivel de la plaza.(3) El diámetro inferior de la obra era de 1 m, afinándose hacia el extremo superior. Un dato a tener en cuenta es que la altura del monumento equivalía a un edificio actual de siete pisos. 

En diciembre de 2007 Mauricio Macri -que luego sería presidente de la Nación- asumió la jefatura de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en representación de un proyecto político que - hasta la fecha- sigue a cargo de su administración. 

Pocas semanas después -en algunos medios locales de información- apareció una noticia que daba cuenta de una de las primeras acciones de esa gestión de gobierno: la tala del Tótem de la Plaza Canadá.

Esa decisión aparecía como algo apresurado para una gestión que había comenzado unas pocas semanas antes y en un momento especial del año, ya que en buena parte de ese lapso habían transcurrido las fiestas de fin de año y el mes más importante de las vacaciones de verano: enero. 

Con el paso de los días se hizo evidente que esa medida se había tomado dejando de lado todo análisis profundo sobre la situación de la obra y que los responsables habían carecido de la prudencia necesaria con la que debieran obrar respecto del patrimonio artístico y cultural a su cargo. Así, movidos por la necesidad de mostrar acciones que tuvieran visibilidad pública, el tótem fue talado “para conservarlo”. 

Cabe mencionar que, si bien un tiempo antes se había hecho un intento de estudiar la situación en la que se encontraba la obra a través de una consulta con el INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial), esto no había prosperado. Los profesionales del INTI involucrados en aquella tarea habían solicitado, como era lógico, contar con un andamio para acceder a cierta altura e inspeccionar la obra. Se habrían seguido así los protocolos que indican sobre la necesidad de tener un adecuado conocimiento del bien antes de tomar cualquier decisión de intervención. Según parece -el andamio que debía ser provisto por la administración local- se alquiló, pero no se llegó a montar y -en consecuencia- la evaluación de la obra no se concretó.(4) 

En este contexto, en la edición digital del diario La Nación del 20 de febrero de 2008, se publicaron unas declaraciones del ministro de Cultura, el Ing. Hernán Lombardi, en la que se expresaba que el tótem (que para entonces yacía -literalmente- en el piso de la plaza) iba a ser sometido a una “restauración pública” para “…despertar la conciencia sobre la preservación de nuestro patrimonio” (sic). (5)

Según Lombardi, había tomado tal decisión a partir de “un informe de la Guardia de Auxilio” (organismo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que nada tiene que ver con las cuestiones patrimoniales y cuya acción está en las antípodas de la conservación) indicaba que el tótem estaba en mal estado, decidiendo “talarlo para evitar riesgos para el público que usaba o transitaba por la plaza”. (6)

Resultaba llamativo que ni al ministro ni a los funcionarios cercanos que lo acompañaban en su gestión se les hubiera ocurrido apuntalarlo preventivamente mientras se llevaban adelante una mínima investigación que diera certeza sobre la situación de la obra en toda su extensión, antes de tomar una decisión tan extrema e irreversible.

Por otro lado, -y aunque resulte un absurdo- la tala permitió verificar el estado de la obra. El corte permitió observar que el tronco, tanto a unos pocos centímetros del piso, como en el resto de su altura, estaba en aceptables condiciones, y si bien tenía deterioros derivados de la falta de conservación, no se observaban problemas estructurales que pudieran suponer su caída. Lo anterior, al margen de que -lo aconsejable en una obra de estas características- es que se restaure en su lugar y en su posición original, alternativa que -obviamente- no fue tal para el ministro y su equipo. 

Tampoco tuvieron en cuenta el principio precautorio que aplica al manejo del patrimonio cultural que señala que -ante la duda- hay que conservar la pieza a como dé lugar, ya que sabemos que lo que se destruye se pierde para siempre.  

Llegado a este punto, cabe mencionar que los canadienses, junto con el tótem, habían enviado instrucciones para su mantenimiento el que debía efectuarse una vez cada lustro y que -viendo la obra de cerca- era muy evidente que -al menos en los años previos a la tala- el mantenimiento recomendado no se había ejecutado.   

Susana Reinoso, autora de la nota periodística previamente citada, agregaba un dato significativo en relación a los “descendientes de etnias aborígenes que [reconocían] al tótem como una deidad” cuando dice: “Varios de ellos se acercaron a llorar cuando vieron a su ídolo caído a todo lo largo de sus 21,5 metros, según relataron los uniformados que custodian la carpa en Retiro.”(7)

Hubo carpas, hubo custodia y una historia que no termina acá. Quedan una serie de hechos muy significativos que dan cuenta de la situación en la que se encuentra el arte público de Buenos Aires. Así, en una próxima nota, veremos en que terminó aquello de: talar para conservar…


(1) https://dle.rae.es/t%C3%B3tem?m=form [Consultado el 14 de agosto de 2022]

(2)https://www.buenosaires.gob.ar/espaciopublicoehigieneurbana/paisaje-urbano-y-disfrute/eje-retiro/plaza-canada-y-salvador-maria-del-carril [Consultado el 14 de agosto de 2022].

(3)  http://www.temakel.com/galeriatotem.htm [Consultado el 24 de julio de 2008]

(4) Expediente Obra Nº 1156 (TÓTEM CANADIENSE) · MOA (Monumentos y Obras de Arte) del Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana, Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

(5) Reinoso, Susana: “Rescatan el tótem que un día inspiró a Borges”; La Nación, Buenos Aires, miércoles 20 de febrero de 2008. Un texto similar, bajo el título “Reparan el Tótem de la plaza Canadá” se publicó en ADN Cultura el martes 19 de febrero de 2008.

(6) Lombardi, Hernán: Comunicación personal.
(7)  Reinoso; op. cit.





Foto de Fabián Marelli publicada por La Nación el 20 de febrero de 2008 con el epígrafe: “Lombardi inspecciona el monumento, en avanzado deterioro, que será restaurado a la vista del público”.




Fotografía de los primeros años del tótem en la plaza Canadá [Exte. Obra Nº 1156 (TOTEM CANADIENSE) del MOA (Monumentos y Obras de Arte), Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana, GCBA].  



Vista parcial del tótem inmediatamente después de que fuera talado. Imagen publicada en ADN Cultura el 19 de febrero de 2008. 



Los gazebos colocados para cubrir el tótem cuando yacía en la plaza. La imagen es de febrero de 2008.




Vista del corte realizado para talar el tronco de la obra. Nótese que la madera está en un razonable buen estado de conservación. 


lunes, 1 de agosto de 2022

 Obra teatral “Lo que la peste nos dejó” (CABA)


Autores/as: Grupo de Teatro Comunitario Los Pompapetriyasos (Asociación Civil). Dirección general: Agustina Ruiz Barrea.

Lugar: Parque Ameghino, Barrio Parque Patricios, CABA.

Fecha de estreno: 2012. Continúa en la actualidad.

[Espectáculo declarado de Interés Cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires]


Cuando en 2012 el grupo de Teatro Comunitario Los Pompapetriyasos estrenó este bello espectáculo en el Parque Ameghino ubicado en un barrio sureño de la ciudad de Buenos Aires, parte de la memoria urbana se reactualizaba efímera y escénicamente durante cada función. Algo del cementerio y del basural que habían habitado previamente ese espacio público intervenido se volvía presente a través del arte público performático-teatral desplegado en esos cuerpos en movimiento, envueltos de música en vivo y baile. Con más de cuarenta vecinos, actores y actrices, de entre 3 y 70 años, la celebración no podía sino devenir en una fiesta barrial. La premisa de Los Pompas se visualiza en ese querer contar qué pasó allí y cómo era, para relatar -o al menos indagar- cómo somos. Así, al averiguar sobre la peste de fiebre amarilla que azotó a la ciudad allá por mediados del siglo XIX a partir de los monumentos a sus víctimas, que están emplazados en el Parque Patricios –aquel que fuera el primer escenario del grupo antes de las obras que prolongaron la línea H de subterráneos-, aparecieron las primeras huellas para repensar la historia del sur citadino y su reconfiguración. Y esto les llevó a reflexionar sobre el propio espacio de acción, el barrio que habitan, siempre en clave teatral. Si algo caracteriza a varios grupos de teatro comunitario de la ciudad, y a este en particular que desde hace 20 años viene trabajando, es el revalorizar y poner en práctica la memoria urbana desde la geografía barrial que les encuentra en tanto comunidad. Hoy, como en 2012, siguen apostando a ello, al presentar este espectáculo emblemático, a veces en el Parque, a veces en su propio espacio de la avenida Brasil 2640, siempre con la misma impronta colectiva.

Las tres fotografías aquí seleccionadas (extraídas de la página del grupo) retratan parte de ese momento efímero, de cuando lo intangible se posa sobre lo material para seguir haciéndole preguntas. Estampas que recrean otros tiempos, escenas que dan vida a esos fantasmas aún latentes divagando por la ciudad, mientras logran enlazar pasado y presente, desde el propio espacio público compartido. Entonces, tal como diría Félix Duque (2001), el hacer de Los Pompas sería un claro ejemplo de arte público efímero, donde el público (vecinos/as arriba y abajo del escenario) se toma como eje y como tema de la obra, dando lugar a una experiencia poética y política que permita resurgir conciencia, memoria y condición humana en su público. 

*Duque, Félix (2001) Arte público y espacio político. Madrid: Akal.

Para enterarte más sobre el grupo: 


@lospompas

https://pompapetriyasos.com.ar/

https://www.pagina12.com.ar/435554-los-pompas-reponen-lo-que-la-peste-nos-dejo














Fotografías tomadas de: @maxibortfoto

Contribución: Malala González (GEAP-Argentina y Facultad de Filosofía y Letras-Universidad de Buenos Aires)