martes, 16 de agosto de 2022

 HABÍA UNA VEZ UN TÓTEM


Marcelo L. Magadán


Dice el diccionario de la RAE que un tótem es: “un emblema tallado… que representa a ciertos objetos de la naturaleza “[…] generalmente un animal, que en la mitología de algunas sociedades se toma como […] protector de la tribu o del individuo, y a veces como ascendiente o progenitor”. (1)

Y Buenos Aires supo tener uno donado por el Gobierno de Canadá, cuyo tallado se habría pagado con fondos aportados por empresas y privados canadienses que tenían alguna relación con nuestro país. 

Lo concreto es que el tótem de esta historia provenía de Vancouver y había sido ejecutado por tallistas del Clan Geeksem de la Tribu Kwakiutl. Trasladado a Buenos Aires había sido colocado en el centro de la Plaza Canadá, delimitada por las Avenidas Dr. José María Ramos Mejía y Antártida Argentina y las calles San Martín y Padre Carlos Mujica, en el barrio de Retiro.(2) Esto allá por 1964. 

Para realizar el tótem se había empleado un tronco de cedro rojo con una altura total de 21,50 m, de los cuales 1,50 estaban enterrados -conformando la base-, mientras que los 20 m restantes se elevaban sobre el nivel de la plaza.(3) El diámetro inferior de la obra era de 1 m, afinándose hacia el extremo superior. Un dato a tener en cuenta es que la altura del monumento equivalía a un edificio actual de siete pisos. 

En diciembre de 2007 Mauricio Macri -que luego sería presidente de la Nación- asumió la jefatura de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en representación de un proyecto político que - hasta la fecha- sigue a cargo de su administración. 

Pocas semanas después -en algunos medios locales de información- apareció una noticia que daba cuenta de una de las primeras acciones de esa gestión de gobierno: la tala del Tótem de la Plaza Canadá.

Esa decisión aparecía como algo apresurado para una gestión que había comenzado unas pocas semanas antes y en un momento especial del año, ya que en buena parte de ese lapso habían transcurrido las fiestas de fin de año y el mes más importante de las vacaciones de verano: enero. 

Con el paso de los días se hizo evidente que esa medida se había tomado dejando de lado todo análisis profundo sobre la situación de la obra y que los responsables habían carecido de la prudencia necesaria con la que debieran obrar respecto del patrimonio artístico y cultural a su cargo. Así, movidos por la necesidad de mostrar acciones que tuvieran visibilidad pública, el tótem fue talado “para conservarlo”. 

Cabe mencionar que, si bien un tiempo antes se había hecho un intento de estudiar la situación en la que se encontraba la obra a través de una consulta con el INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial), esto no había prosperado. Los profesionales del INTI involucrados en aquella tarea habían solicitado, como era lógico, contar con un andamio para acceder a cierta altura e inspeccionar la obra. Se habrían seguido así los protocolos que indican sobre la necesidad de tener un adecuado conocimiento del bien antes de tomar cualquier decisión de intervención. Según parece -el andamio que debía ser provisto por la administración local- se alquiló, pero no se llegó a montar y -en consecuencia- la evaluación de la obra no se concretó.(4) 

En este contexto, en la edición digital del diario La Nación del 20 de febrero de 2008, se publicaron unas declaraciones del ministro de Cultura, el Ing. Hernán Lombardi, en la que se expresaba que el tótem (que para entonces yacía -literalmente- en el piso de la plaza) iba a ser sometido a una “restauración pública” para “…despertar la conciencia sobre la preservación de nuestro patrimonio” (sic). (5)

Según Lombardi, había tomado tal decisión a partir de “un informe de la Guardia de Auxilio” (organismo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que nada tiene que ver con las cuestiones patrimoniales y cuya acción está en las antípodas de la conservación) indicaba que el tótem estaba en mal estado, decidiendo “talarlo para evitar riesgos para el público que usaba o transitaba por la plaza”. (6)

Resultaba llamativo que ni al ministro ni a los funcionarios cercanos que lo acompañaban en su gestión se les hubiera ocurrido apuntalarlo preventivamente mientras se llevaban adelante una mínima investigación que diera certeza sobre la situación de la obra en toda su extensión, antes de tomar una decisión tan extrema e irreversible.

Por otro lado, -y aunque resulte un absurdo- la tala permitió verificar el estado de la obra. El corte permitió observar que el tronco, tanto a unos pocos centímetros del piso, como en el resto de su altura, estaba en aceptables condiciones, y si bien tenía deterioros derivados de la falta de conservación, no se observaban problemas estructurales que pudieran suponer su caída. Lo anterior, al margen de que -lo aconsejable en una obra de estas características- es que se restaure en su lugar y en su posición original, alternativa que -obviamente- no fue tal para el ministro y su equipo. 

Tampoco tuvieron en cuenta el principio precautorio que aplica al manejo del patrimonio cultural que señala que -ante la duda- hay que conservar la pieza a como dé lugar, ya que sabemos que lo que se destruye se pierde para siempre.  

Llegado a este punto, cabe mencionar que los canadienses, junto con el tótem, habían enviado instrucciones para su mantenimiento el que debía efectuarse una vez cada lustro y que -viendo la obra de cerca- era muy evidente que -al menos en los años previos a la tala- el mantenimiento recomendado no se había ejecutado.   

Susana Reinoso, autora de la nota periodística previamente citada, agregaba un dato significativo en relación a los “descendientes de etnias aborígenes que [reconocían] al tótem como una deidad” cuando dice: “Varios de ellos se acercaron a llorar cuando vieron a su ídolo caído a todo lo largo de sus 21,5 metros, según relataron los uniformados que custodian la carpa en Retiro.”(7)

Hubo carpas, hubo custodia y una historia que no termina acá. Quedan una serie de hechos muy significativos que dan cuenta de la situación en la que se encuentra el arte público de Buenos Aires. Así, en una próxima nota, veremos en que terminó aquello de: talar para conservar…


(1) https://dle.rae.es/t%C3%B3tem?m=form [Consultado el 14 de agosto de 2022]

(2)https://www.buenosaires.gob.ar/espaciopublicoehigieneurbana/paisaje-urbano-y-disfrute/eje-retiro/plaza-canada-y-salvador-maria-del-carril [Consultado el 14 de agosto de 2022].

(3)  http://www.temakel.com/galeriatotem.htm [Consultado el 24 de julio de 2008]

(4) Expediente Obra Nº 1156 (TÓTEM CANADIENSE) · MOA (Monumentos y Obras de Arte) del Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana, Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

(5) Reinoso, Susana: “Rescatan el tótem que un día inspiró a Borges”; La Nación, Buenos Aires, miércoles 20 de febrero de 2008. Un texto similar, bajo el título “Reparan el Tótem de la plaza Canadá” se publicó en ADN Cultura el martes 19 de febrero de 2008.

(6) Lombardi, Hernán: Comunicación personal.
(7)  Reinoso; op. cit.





Foto de Fabián Marelli publicada por La Nación el 20 de febrero de 2008 con el epígrafe: “Lombardi inspecciona el monumento, en avanzado deterioro, que será restaurado a la vista del público”.




Fotografía de los primeros años del tótem en la plaza Canadá [Exte. Obra Nº 1156 (TOTEM CANADIENSE) del MOA (Monumentos y Obras de Arte), Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana, GCBA].  



Vista parcial del tótem inmediatamente después de que fuera talado. Imagen publicada en ADN Cultura el 19 de febrero de 2008. 



Los gazebos colocados para cubrir el tótem cuando yacía en la plaza. La imagen es de febrero de 2008.




Vista del corte realizado para talar el tronco de la obra. Nótese que la madera está en un razonable buen estado de conservación. 


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